viernes, 20 de abril de 2012

Misterio Octavo: la gloría.


PoR LeO BauTisTa.



Esa mañana brilló con especial esperanza el sol. Los cuerpos de los muertos se levantaron hacía el cielo para recibir así el Apocalipsis, entonces el valle del Armagedón se llenó de sangre a una altura que cubría la brida de los caballos. Más tarde se abrió la gloria del cielo, y como Cristo resucito a los tres días para después elevarse al cielo, al final de los tiempos todos volvieron a un mundo donde ya no había mar... Entonces voltee a mi alrededor y era luz, sólo luz...

¿Estaba sólo con mi luz?
¿En qué momento fuiste cociéndote en mi interior dejando huella sin decirlo?

Busco la verdad sobre todas las cosas; entonces busco a Dios.
Busco en lo más profundo de las cosas, pero no siempre encuentro a Dios.

Escavare algunas cuantas capas de piel para encontrarme
 con la carne y hueso de este amor.


Entré en la ciudad desierta, ¿o en el nuevo mundo sin mar? busqué alguna mirada perdida para  encontrarme  en un reflejo: coquetear en medio de nadie es como descubrir que el amor es una ficción tan simple como el deseo.
Ahora tengo paz,
¿entonces en esta paz qué hago?
En este nuevo mundo ya no habrá mar al cual ir al atardecer, no habrá cocinas integrales... ni días de soles profundos dónde jure que algún futuro nos tendrá juntos.

Sólo tú,
sólo yo,
ningún nosotros.

Quedarán entre caminos y sueños los muchos libros por leer y aquellos que he recorrido... quedará este silencio:

- ...
- ...
- ...

Ahora entre estos muros nuevos que construyo sólo,  guardo esta paz sin saber qué hacer. Esta Gloria sin mar se siente bien sin ti...
sólo yo,
ningún nosotros.






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