lunes, 7 de marzo de 2011

Historia.

Número: 325 312 (y contando).


PoR LeO BauTisTa
Todos creían que era el número del apocalipsis. Habían retardado la publicación por más de 7 años, las letras ya eran impecables, sin embargo… todo se trastoco en aquella noche de súbitas sorpresas, de marcas inesperadas, de estragos atónitos en distancias silenciosas.



Sin esperarlo, en un espasmo angustioso, en un suspenso citadino de los que a veces ocurren cuando dos almas se han quebrado en sollozos, todo se transformo: brotaban como un mar profundo de sus ojos, eran más que simples lágrimas, eran la fuente de todo conocimiento.

Lentamente inundaron las páginas de aquella publicación tardía (en el fondo anodina pues no revelaban verdad alguna). Eran 22 121 216 golpes, 22 121 216 gotitas que pintaban todas esas páginas de nuevo; un tanto de páginas y todas decían lo mismo:

“Sueños que espantan, sueños que seducen, sueños que se van volando”

Para ser exactos, la frase se repetía 325 312 veces. Las hojas ocupaban un altero del escritorio y dos cajones llenos de sueños frustrados, eran un mar en el cual todo navegante era cautivado por el olvido… No había vuelta atrás, todas las palabras antes escritas se habían esfumado, el agua de aquellos ojos de océano impalpable lo habían dicho todo de nuevo, aunque ahora lo decían distinto, desde aquel silencio vacuo.

…A veces pasa así, a veces es el amanecer el que guarda 22 121 216 sorpresas que esperan ser escritas en 325 312 frases, que algún ocaso distinto en un tiempo distante, habrán de rescribir con risas ecuánimes o lagrimas profundas… La historia es así, es así la de los hombres y las mujeres, que buscan en sus confusas emociones una cotidianeidad plausible; que guardan alguna esperanza mientras abordan un tren subterráneo, o transitan en alguna avenida.

Nunca me gusto escribir con números, porque me parecen incalculables las ideas y frías las exageraciones, nunca quise decirlo así, desde la cuadratura de las medidas en que algunos abortos espantan a los muertos y algunos muertos provocan abortos…

Aquella noche de sorpresas debía nacer una publicación con 7 años de antigüedad, de elaborados recovecos; que así, en segundos, se rescribió de entre los sueños voladores, para ser dichos, una vez más, los abortos fríos de aquel que escribe, descubriendo el espanto de soñar y sucediendo al seguir royendo viejos sueños.
Foto: Miguel Santin.