lunes, 24 de enero de 2011

Domingo

PoR LeO BauTisTa
Buscaba en el café la respuesta, juntaba con ansiedad y esmero aquellos granos al final de la taza esperando ver ahí su impreciso futuro, deseaba la paz de su ansiedad: al final la autoridad sería conferida a la suerte y nunca más a los padres, el poder lo tomarían los granos que se perderían en algún lejano lavabo, la realidad sería un sueño inolvidable por el cual seguir respirando.
Quería explotar pero aun así no dejo de caminar, llego hasta la puerta del atardecer sentado en un café. De pronto se sorprendió ahí solo en medio del tránsito dominical. No sabía que seguiría. Quería en su taza, al final de un sorbo sutil, una respuesta. Se dio cuenta que adolecía.
Recordó aquel príncipe silente que alucinaba con fantasmas y veía a su padre muerto en los reflejos de la noche. Recordó la semana pasada en que deseaba amar por siempre, hasta que algo simplemente dejo de funcionar. No pudo evitar sentir de nuevo las caricias del primer amor y sufrir la ausencia. Pensó en su infancia y en los juegos paternales que lo llenaban de paz.
Entonces el tiempo fue claro y la incertidumbre de sus pasos lo fue más.
Hoy no fue a misa, la abuela lo espero sentada a la salida para caminar por la colonia, dejo de comprar flores. Hoy, él, se dio a la ciudad. Llevo sus pies por el centro para terminar ahí, sentado, decidiendo su mañana.
Ha caído la noche y acaece su dolor, tomara el metro a las 7:15 pm. rumbo a casa, con la calma de un domingo más, con las dudas del último año, con la soledad que eligió sin ser consciente, con la ausencia de sí mismo en el cigarrillo de las 8:21 pm.
Mañana al despertar será él, será igual, será.