PoR LeO BauTisTa
Había una vez un sendero perdido
en el bosque, hacia un tiempo algún caminante lo trazo por entre los
matorrales, dejo señas en los arboles, encontró algunos resguardos del sol y
otros de la noche, temió por su vida; descubrió cuando moverse después de la
quietud para salvaguardarse. Luego, otros anduvieron el mismo camino.
Aquel sendero después fue
olvidado, sesgado por nuevas plantas, paralizado por las ciudades que a cada
extremo se erigían indomables. El camino guardo silencio entre valles y
agrestes montañas, perdiéndose de la memoria de aquellos que algún día ciñeron
sus pasos por sobre su claridad y firmeza.
Un día, la proyección astral de
un enamorado se perdió en la paz de aquel camino, todo era quietud, todo
parecía verdad. Tierra y cielo conjugaron ante él. Después vino el mar al cual
mirar, sin fin -no era el mar era un lago-, y una llama floto sobre del mar-no
era el mar era un lago-; agua y fuego se entendieron. Fue aquello una
revolución. El enamorado contemplo en silencio.
Acaecía la tarde y la visión
culminaba. Al salir de la hipnosis repentina de aquella calma, cuando hubo que
moverse, se quedo quieto. El enamorado se había paralizado. Ante él, su
fragilidad nueva, su reciente estabilidad se veía amenazada. Su corazón se
había agitado con el miedo acostumbrado, ese que hace deambular a las tres de
la mañana mientras se susurra el nombre mágico de quien estimula el ensueño de
perfecciones y el terror nocturno de la desaparición, el terror dónde un día el ser deseado se
evapora por entre las avenidas; disolver de la memoria de un futuro improbable,
en un tiempo sólo posible.
Al volver a la ciudad, se
preguntaba donde estaba él, la agitación lo había devuelto al cuerpo material.
Ahora se preguntaba en dónde estaba ella.
Me pregunto dónde
estás. ¿Estás?
…Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo;
bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
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