sábado, 7 de noviembre de 2009

La no crónica del trafago…


Por LeO BauTisTa
Foto: imagen de archivo


Entre la arritmia del corazón confundido, la cumbia que al tempo de percusiones esquiva los pies… Conversando con el humo del cigarro, que suave viaja entre miradas sorprendidas, tras la nostalgia del café derramado en sus 100 grados de ebullición – de vuelta a esta altura extranjera de los 99 grados de hervor, llego al monstruo chilango-, descubro en la lectura del “I Ching” cómo los ritmos de la vida se fusionan cual llantas de bicicleta entrelazadas por el azar.
- Es hora, llegamos.

Observadora existencia,
pasa la ciudad, huele a caos de múltiples ritmos, miro entre los contaminantes suspendidos y aquellas partículas del desoxigena-miento sutil: la altura de los cerros aledaños choca con la cárcel del autobús, impide conseguir la escucha de aquel rostro desfigurado por el trafago atroz que exige la subsistencia.
En estos días arribo a casa como las aves algún día migradas al sur, tengo en la piel el sabor de otro timing. Sin duda miro con más sorpresa la impaciencia generalizada que agita los corazones desde el subsuelo anaranjado hasta el cielo gris.
-Somos sin duda una furia contenida, una tristeza ahogada y una voraz necesidad de movimiento.
Esta ciudad sucede, sucede como lo hacen fuera el río y la montaña, sucede cotidiana he implacable, sin mayores pretensiones. Sucede como la Orán de Camus que algún día invadió la peste.
Pero aquí no mueren las ratas desgastadas, reventadas por dentro, que pútridas exterminan lo humano desde antes aniquilado por la cotidianeidad… Aquí no queda cabida a la influenza. En cambio, el tiempo laboral se agita perpetuándose en tiempos libres, con el gasto destinado al inevitable y dulce neoliberalismo.
Así es, se despierta y se duerme,
como siempre:
todo está bien.