sábado, 26 de septiembre de 2009

Laberinto de lo inmóvil

PoR LeO BauTisTa


Miraba el mar… Esperando bajo el árbol encontré la secuencia de las nubes. Nunca fue tan claro como ahora, había esperado toda la vida. Siempre quise mucho, más no lo suficiente: había esperado demasiado. Ya era muy tarde. Te habías ido. La vida me presto tu tiempo y no supe que hacer. Te extraño.

Aun te espero.

He esperado tantas cosas en la vida, perdí el rumbo, solo espero.

¿Es difícil tomar decisiones, no? Tomar las riendas de cada deseo.

Espero en tanto la tarde cargada de nostalgia, como el cielo de mi tristeza, buscan en el mar a la barca del rinoceronte o el faro en al distancia.

Después volteo un instante y no quedaba más que el tiempo. Era nítido y puro. Un laberinto enorme se irguió ante él y no supo que hacer: espero. Espero en la inmensidad misma de la angustia.

Aún el hilo yacía en la entrada para que pudiese dar con ella, más espero: a los padres, la fortuna, la dicha… y solo, pudo al final esperar.

El tiempo ahí erguido puro y cristalino, ceso. Entonces él siguió esperando. Mientras el hilo a la entrada esperaba también del otro lado.

Nunca como ahora supo que había perdido la vida sin hacer. Sus deseos fueron revocados por el mayor de los impulsos: la inmovilidad ante el terror de ser.

Miraba el mar… esperando bajo el árbol y la secuencia de las nubes… Espero el mar en la inconciencia de las nubes y el remoto árbol de la espera. Espero. Y después siguió esperando.

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