lunes, 21 de febrero de 2011

Desconocidos

PoR LeO BauTisTa

Seguíamos siendo dos desconocidos al cruzar la calle. Después de las danzas y las miradas, seguíamos siendo dos desconocidos jugando entre luces de la ciudad.

Jugamos el juego de conocernos con las manos que acarician, de amarnos en silencio, dejando a la piel hablar entre las sabanas.

Podemos jugar el juego de los desconocidos que se aman, podemos valuar el tiempo perdido entre el trafago incesante, pero no podemos jugar a perder el significado de lo efímero, no debemos perder el significante del valor, ni menos la significación de lo nuestro, de lo propio, lo demás siempre será ajeno.

Tú sigues solo, en tu espacio, mientras yo vago algunas calles nuevas. Pero es cierto, somos desconocidos abrazando la coincidencia sin límite y entonces dejamos de ser cualquiera. Porque no puede ser nadie más, porque el signo es único cada vez, porque el signo es un silencio en que miras mis ojos y crees ver el mar, en que escucho en tus labios una promesa rota.

Tú, siempre alguna vez con nombre propio que muta en el tiempo, eres sólo el otro hechizo de mi amor propio, de mis ilusiones y deseos… Somos el espejo de los otros que se miran a través de nuestros hechos. Somos la ilusión de todos los tiempos, conjugando el mismo verbo en un presente distinto.

Somos el futuro hasta que cambiamos de nombre y somos el pasado hasta que soltamos el duelo.

- Jugamos a los desconocidos…
- Pero no a los cualquiera.
- Nunca, somos únicos en cada vez.
- Jugamos a los desconocidos.

Y es crudo decir que hemos sido tantas veces el otro desconocido, pero es un dulce consuelo saber que somos únicos y no cualquiera. Porque al ser únicos, podemos entonces ser desconocidos, porque cada vez mutamos, sea de nombre o de esencia…

No hay comentarios: